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A nivel interno, solemos sentir un amplio espectro de sensaciones corporales y emociones diversas que nos conmueven y que en ocasiones son difíciles de sostener. Al otro lado del espectro, tenemos a las personas que son incapaces de sentir nada. Como si su cuerpo estuviese anestesiado y no fuesen capaces de notar ningún movimiento interno. En este artículo, veremos qué pasa con esto último: la anhedonia.
El término “anhedonia” proviene del griego y significa-, “falta de” y -hedoné, “placer”. Por lo tanto, es la pérdida de la capacidad de experimentar placer, interés o satisfacción en actividades del día a día. Pero esta definición sólo atiende al placer y sentimientos positivos, cuando hay personas que son incapaces de sentir nada, sea positivo o negativo. Es esta apatía frente a la vida la que caracteriza la anhedonia.
En algunos casos, se suele relacionar con la depresión debido a la comorbilidad de algunos de los síntomas que presenta esta incapacidad de sentir.
¿Cómo sé que tengo anhedonia? Los síntomas más comunes de este problema son:
El psicólogo humanista y padre de la Terapia Focalizada en la Emoción, Leslie Greenberg, habla del término “autointerrupción”, que nos sirve para explicar las causas de la anhedonia. La autointerrupción es un bloqueo emocional que provoca el cuerpo cuando hemos sentido demasiado dolor o sentimientos que nos han desbordado en exceso previamente y que no han sido atendidas por la propia persona ni por los seres queridos que la rodean. Por ejemplo, la persona sintió una emoción intensa de tristeza, rabia o miedo que no fueron tenidas en cuenta ni escuchadas por sus familiares y amigos (“no es para tanto”, “no entiendo por qué te sientes así”) o la persona fue atacada y culpabilizada por mostrar esas emociones (“eres un llorón débil”, “los niños buenos no se enfadan ni gritan”).
Entonces, ¿por qué no siento nada emocionalmente? Porque, en su día, te desconectaste de ti mismo para no sentir la invalidación o el ataque hacia tu mundo interior y tu experiencia, evitando así sentirte mal para adaptarse mejor a la situación. El problema es que esta desconexión ha perdurado contigo y se ha vuelto desadaptativa, provocando una sensación de anhedonia extendida a tu día a día. Tu cuerpo bloqueó las emociones que fueron rechazadas por figuras importantes y, con el tiempo, también se fueron bloqueando el resto de sensaciones, fueran negativas o positivas.
Para recuperar las sensaciones propias y reconectar con uno mismo, es preciso volver a poner el foco y atender aquellas reacciones y emociones que en su día fueron “desterradas” y castigadas por personas significativas. En su día no fueron validadas como hubiésemos necesitado y ahora es nuestra labor expresar y reprocesar todo el dolor que ello nos provocó. Legitimando así la experiencia propia y la validez de lo que sentimos.
Por otro lado, expresar y poner en palabras esas sensaciones internas nos pueden ayudar a entendernos a nosotros mismos. Para seguir profundizando en esa comprensión, el siguiente paso es mirar para identificar la necesidad que se quedó sin cubrir en esa emoción que fue rechazada por los demás. ¿Tienes alguna pérdida que quieres llorar pero en su día no pudiste? ¿Tienes algún enfado pendiente que quisiste expresar para protegerte y poner un límite?
Algo que puede ayudar a reconectarte con tu cuerpo y poner atención sobre diferentes sensaciones son ejercicios de mindfulness y respiración. No son el pilar central del abordaje para este problema ni la gran solución, simplemente sirven como apoyo en este proceso de desbloqueo. Por supuesto, te recomendamos que practiques esto con la ayuda de un profesional que te pueda guiar y acompañar en estos ejercicios.